Hoy, mirando la televisión nacional saturada de imágenes -pasadas o actuales- abundantes en sonrisas y humildad, propia de una fonda encendida llena de mortales chilenos intentando por un par de días olvidarlo todo. Olvidarlo todo para recordar la esencia de lo que llamaríamos el “típico chileno”: esa alegría picaresca de la broma a flor de piel, de la rapidez de una carcajada sin vergüenza que, sonora y ruidosa, se abre paso a presentar una boca realista de pocos dientes. Hombres y mujeres cotidianas festejando, riendo, comiendo y disfrutando. ¿Pero entonces qué? Si el patrimonio cultural es la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad y transmitida a las generaciones presentes y futuras - como diría una definición formal - ¿Porqué en esta fecha de “fiestas patrias” queremos olvidarlo todo, y sólo recordamos lo que pasó hace más de 200 años llamado “la independencia”? es como si por un par de días viajáramos en el tiempo, a la colo