Todas las penas son distintas Hay penas tan instantáneas como fugaces. Hay otras tan íntimas como irreproducibles, que se encuentran ocultas en alguno de los rincones más oscuros de la mente, a salvo.. sin ganas siquiera de asomarse para pasear por los pasillos del consiente humano. Hay otras sin embargo eternas, resplandecientes, latentes desde tiempos in-imaginados. Y otras que por su parte tienen un destino indefinido, un final incierto, que puede ser el olvido absoluto, eterno y tranquilizador, o la eternidad intranquila angustiante e intermitente. A veces pienso que por una parte el olvido es lo más sano, ese olvido cómodo tranquilo, liviano; sin embargo la eternidad de la pena también tiene sus ventajas.. está ahí para recordarte que – aunque lo hayas olvidado- sientes. Te quiebras. Los músculos de tu garganta se contraen al compás de las lágrimas que abrazan tus ojos, cual danza cruel, espontánea e inadvertida de tu cuerpo. Como si éste se manejara